Como dije hace algún tiempo, me encanta el Tetris. Es un juego de reglas simples, sencillo en su interfaz pero 100% adictivo.
Requiere agilidad pero también planificación. Estás colocando una pieza y has de tener medianamente claro donde tiene que ir la siguiente. Vamos, lo que se dice un clásico.
Me gusta jugarlo esporádicamente. Un par de partidas seguidas a lo sumo, dos o tres veces al día.
Por cierto, me considero un jugador aceptable, dada mi edad...
La cuestión es que tras jugar lo suficiente, caí en la cuenta de lo que me sucede tras cometer un error al colocar una pieza. El problema no era el error en sí, sino mi reacción a él, todo lo que hago - atropelladamente- para intentar solucionarlo. Un error insignificante desencadena errores fatales.
Me recuerda a los equipos de fútbol que juegan a su ritmo, sabedores de que a largo plazo terminarán marcando un gol, y cambian absolutamente su estrategia tras recibir un gol. Su juego se hace más acelerado, aumentan las pérdidas de balón, los nervios se disparan y las probabilidades de ganar un partido que creías controlado se van al traste.
En definitiva, si tu estrategia era ganadora, ¿por qué modificarla?
Otro día cuento lo que aprendí jugando al KenKen...
Requiere agilidad pero también planificación. Estás colocando una pieza y has de tener medianamente claro donde tiene que ir la siguiente. Vamos, lo que se dice un clásico.
Me gusta jugarlo esporádicamente. Un par de partidas seguidas a lo sumo, dos o tres veces al día.
Por cierto, me considero un jugador aceptable, dada mi edad...
La cuestión es que tras jugar lo suficiente, caí en la cuenta de lo que me sucede tras cometer un error al colocar una pieza. El problema no era el error en sí, sino mi reacción a él, todo lo que hago - atropelladamente- para intentar solucionarlo. Un error insignificante desencadena errores fatales.
Me recuerda a los equipos de fútbol que juegan a su ritmo, sabedores de que a largo plazo terminarán marcando un gol, y cambian absolutamente su estrategia tras recibir un gol. Su juego se hace más acelerado, aumentan las pérdidas de balón, los nervios se disparan y las probabilidades de ganar un partido que creías controlado se van al traste.
En definitiva, si tu estrategia era ganadora, ¿por qué modificarla?
Otro día cuento lo que aprendí jugando al KenKen...
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