Los estudios de cine, las cadenas de televisión y las plataformas de contenido digital han encontrado una manera de minimizar el efecto de las dudas sobre la calidad de un futuro estreno: conseguir que los espectadores, en vez de fijarse en las cualidades objetivas del producto, se peleen entre ellos. Conseguir que unos espectadores censuren a otros la osadía de atreverse a criticar una película, que estos últimos puedan ser señalados e identificados con grupos minoritarios, pero extremistas y ruidosos, a quienes la generalidad del público rechaza: racistas, machistas, incels, etc. No hay publicidad más barata que conseguir que muchas personas defiendan una película antes del estreno, y que la defiendan por cuestiones ideológicas y no artísticas.El subrayado es mío.
[...] La polémica sobre La sirenita sí es una polémica planificada tal y como los productores, inversores y ejecutivos desean. Se centra la atención sobre la reacción irracional de sectores minoritarios a quienes les preocupa el color de piel de un personaje infantil, se amplifica la importancia de esas opiniones marginales, y todo el mundo discute sobre racismo, no sobre cine. Esto provoca que, en el momento del estreno, los críticos que quieren comentar sinceramente los defectos de la película sean más tibios de lo normal (para no ser acusados de lo que sea).
Disney, la sirenita negra, y los billetitos verdes de Emilio de Gorgot en Jotdown.