miércoles, diciembre 07, 2016

Desprecio a la Cultura

Leyendo una entrevista a Jose Antonio Marina -sí, ya he hablado antes de él- me encuentro con algunas perlas que no me resisto a comentar y publicar .
Tratan, las tres, sobre un supuesto desprecio actual a la Cultura.

La primera es sobre la televisión, más conocida como "la caja tonta":
Critican o criticamos el consumo televisivo como una degeneración cultural. ¿Pero cómo era la vida de los españoles antes de la televisión?, ¿acaso nos dedicábamos a escuchar a Gustav Mahler y a leer a Thomas Mann?
En la segunda explica el origen de este desprecio/banalización de la cultura.
Por otra parte, muchos creadores del siglo XX se burlaron del canon cultural, todo era arte, desde un retrete de Duchamp a un billete firmado por Warhol. Y ahí seguimos. Algunos tomaron nota: ah, ¿todo vale? Ya lo dijo Baudrillard: nos hemos reído de todo, y después de la orgía, ¿qué?

Veamos:
  • El retrete : [WikipediaLa Fuente (1917) es una obra de arte atribuida a Marcel Duchamp. En ese año expuso un urinario en el museo de Nueva York, lo tituló La Fuente (Fountain) y lo firmó como «R. Mutt».


  • El billete firmado por Warhol: ojo, vendido por más de 30 millones el año pasado...

  • Y uno más de mi propia cosecha: la mierda enlatada de Piero Manzoni. Li-te-ral.
Para terminar, el profesor Marina nos desengaña sobre la supuesta superioridad que otorga la Cultura.
Y Steiner observó algo tremendo: el escándalo de la cultura es que no hace mejores necesariamente a las personas.
Los jerarcas nazis se deleitaban con los matices que un director imprimía a la Quinta Sinfonía de Beethoven y eran indiferentes a los gritos de los deportados que enviaban a los campos de exterminio.

George Steiner [wikipedia], filósofo y ensayista, en una entrevista al periódico La Nación afirma que:

La educación, la cultura filosófica, literaria, musical, no lograron impedir el horror. Buchenwald está a algunos kilómetros del jardín de Goethe. Parece que en Munich, durante la Segunda Guerra Mundial, desde la entrada de la sala de concierto donde se ofrecía un soberbio ciclo de Debussy, se alcanzaban a oír los gritos de los deportados que eran embarcados en los trenes que los conducirían a Dachau, situado muy cerca. No se vio a un solo artista que se pusiera de pie y dijera: "No voy a tocar, porque sería un ultraje para mí mismo, para Debussy y para la música". Y ni por un instante decayó el nivel de la interpretación. ¡La música no dijo que no!


Les animo a leer la entrevista.


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